
Tiempo atrás
alguien dispuso
cambiar identidades a su antojo,
como un cierto antifaz
de la cruel realidad que pergeñaba.
Eran horas de horror,
martirios,
de miedos y silencios.
Días donde el recelo
se había acostumbrado a las miradas.
Hoy
algunos entendimos
cierta parte de aquello,
otros siguen soñando con profetas
y algunos
volvieron a perder lo que creían tener
recupendando, a cambio,
un punto en el trayecto de su historia.