
Te aguardo ahí,
en un escalón de mi vida,
mientras acuno inviernos
sobre la piel insomne.
El tiempo fluye,
quizás lleve la noche
y los largos silencios
a lo del nunca más,
para hacerlos amnesia.
Entonces,
lloverían celestes
sobre los ojos tristes.
Los pájaros sin miedo
volverían a nidos
que dejaron otrora
y las caricias,
que parecian dormidas,
ya no seran capullo.
Han de caer
como pétalos tibios,
sobre nuestras esperas.