
No voy a suicidar inútilmente
el pequeño destello de esperanza,
que aguarda silencioso un derrotero
para sembrar la brisa de su paso.
Son tantos los naufragios declarados,
que uno teme cegarse por completo
y apaga de antemano la sonrisa,
para no verse envuelto en otro llanto.
Asi, va postergando los posibles
retoños indefensos que se ofrecen,
sin ver que el agua pasa y ya no vuelve,
como pasa la luz de algún instante.
En tanto, se amontonan los te quiero,
se vuelven indefensos los suspiros,
y en un lugar, ajeno a lo que vemos,
aguarda una tibieza su alborada.