Puede ser que no entiendas
de mi silencio, el peso
que sumerge el aliento
y desafía mis ganas
de enarbolar sonrisas
en donde los segundos
por frágiles
se quiebran.
Ya no hay en mis bolsillos
el caudal que guardaba
para sembrar desiertos
aunque juntara espinas.
Y tampoco comparto
la idea de ser hoja
que vuele y se detenga,
ajena a su mirada,
en donde el viento opine.
Por eso me refugio
detrás de mis silencios,
un lugar que tan solo
conocen unos pocos.
Desde allí es que contemplo
la verdad que da el tiempo.
viernes, 7 de mayo de 2010
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