amanece lloviendo detrás del ventanal.
A estas horas,
con huellas de silencios ardiendo,
la lluvia no hace más
que regar las ausencias,
al golpear los cristales
con pertinaz empeño.
Mis ojos se acurrucan
en cierto punto abstracto,
como buscando el eco
de un latido inconcluso.
No estrechan las distancias
los pasos del recuerdo.