
Ya es hora de que el mundo
-cada individuo-
caiga en cuenta,
que no hay paso sin huella
por más imperceptible que parezca.
Por ende,
que todos nuestros actos
tienen su correlato el algún punto
de la historia que espera tras la puerta.
No hay cúspide imbatible.
El cementerio desborda de soberbios
y la nómina de miembros no termina.
¿De qué sirve la risa
si no se multiplica en algún eco?
Hay que abrir la mirada
hasta el dolor ajeno,
apuntalar los sueños
de quienes han quedado a la intemperie.
Rescatar el Nosotros,
fundamental palabra
postergada hace tiempo,
mucho tiempo.