Te debía unos versos
pequeño sabandija.
Saboteador del orden,
amalgama de risas
y tozudas porfías.
Encantador de abuelos
que siguen tu deriva:
tuvimos que inventar
diferentes caricias,
palabras y ternuras,
para no darle nubes
al cielo de una niña.
Disfrazamos los miedos
cuando tu frágil tiempo
se poblaba con dudas
que nadie respondía.
Velamos por tu dicha
en cada alternativa,
sin importar el sitio,
la ocasión o la queja.
Hoy que las aguas tienen
cierta calma, nosotros
disfrutamos lo nuevo
que aparece en el día.
La palabra que intentas,
alguna monería,
el plato que ignorabas
y ahora está sin comida.
Y tenemos el alma
a medias repartida,
cargada de esperanzas
para vos y Martina.